miércoles, 18 de noviembre de 2015

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      Es con el Budismo que el oriental logra desprenderse  por completo de las ataduras de la vida para "llenarse" de verdad, de bondad, de comprensión y de perdón. En el Zen todo es sagrado, todo tiene su dimensión. Hasta una minúscula partícula de polvo "contiene" la tierra entera. Por el Zen, el haiku adquiere simbolismo, misterio, amor una vida sencilla, pura y ascética.
    Basho optó por ser un monje y también poeta. Su vida fue sacrificada y difícil; se lo considera el padre del haiku ya que éste ganó con él un enorme prestigio.
    Viajó mucho y en su diario de viaje titulado "Sendas de oku" (1), que escribió en verso y en prosa, se ha convertido en un verdadero clásico de la literatura nipona. Dice de él la Profesora Aída Terazawa que Basho es "el poeta de la sublime sencillez."
    Cada poema suyo brota de la fuente inagotable de su tierno corazón y no es producto de una simple o esmerada técnica. Es de la naturaleza, espectáculo de "arrobada simplicidad y fugaz captación", de donde el poeta se nutre mediante una entrega total para expresar sus versos en que el sentimiento transfigura a la mente por medio de sus silencios contemplativos.
    Los orígenes del haiku se encuentran en el "tanka", forma clásica de los versos japoneses que aún siguen cultivando muchos poetas en nuestro tiempo. El tanka consta de cinco versos de 5-7-5-
7-7 sílabas. Esta forma dio orígen al "renga", una sucesión de tankas que, generalmente, la escriben    varios poetas. La primera estrofa consta  de tres versos (5-7-5 sílabas) y la segunda estrofa de dos versos de 7 sílabas cada uno. Basho no se aparta de las tendencias del pasado pero sí aparece  como renovador del haiku tradicional dándole a éste un hálito propio que lo hace singular y profundo.



(1) Octavio Paz realizó un excelente y pormenorizado estudio sobre esta obra (Barral Editores, Barcelona- 1970.   










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