jueves, 19 de noviembre de 2015

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    Un haiku no es una fotografía estática, fría, sin vida. Él no aspira solamente a "cazar" la belleza sino que, por sobre todo, la deja como flotando a su alrededor, en su inmediatez donde el lector sí la atrapará y hasta la cambiará. El haiku nos muestra una realidad que ya conocíamos, que ya sabíamos, pero con la diferencia de no saber que lo sabíamos. Por tanto, todo ser humano, puede llegar a escribir haiku porque el Universo es pródigo; todo él está delante de nuestros ojos ya en forma de ave, de luz, de sombras, de sonidos... Solo será preciso tratar de  aprehender con todo nuestro ser cada cosa pequeña como si fuese grande y valiosa y cada cosa grande como si pudiéramos hacerla tan pequeña que cupiese en la mano amorosa de nuestro corazón que, "conviviendo" con la mente, forma un todo armónico en el alma del poeta.
    Otro estudioso del Japón, André Bellesort, dice del haiku: "Exactitud disfrazada de ensueño, poesía de resplandores y de escalofríos, pequeñas chispas que comunican a los sueños vibraciones infinitas; preciosos abanicos que en el mismo instante en que se los despliega y se los cierra, hacen pasar ante nuestros ojos el milagro de un paisaje."

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