jueves, 19 de noviembre de 2015

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    También los niños pueden llegar a sorprendernos escribiendo haiku. Es su candorosa ingenuidad, su alegría, su humildad y la transparencia de su almita aún no contaminada, lo que les permite volverse pájaro, nube, sol... Porque el haiku es precisamente, "materialización en la palabra, de lo que nos rodea" como "vibración y como parte nuestra", declara la autora ya mencionada. Por tanto, será imposible "vivir" o "hacer vivir" un haiku sin el conocimiento del Zen porque decir haiku es tener en cuenta que es arte que se nutre, se retroalimenta permanentemente y se inspira "en nuestra propia vida interior."
   El Zen es para el pueblo japonés lo invisible y  a la vez cotidiano; lo que "convive" en él y está presente en su arte tan sencillo como un ikebana, pero tan pleno que puede incluir todo el Universo. Resulta significativo destacar aquí un pensamiento de un distinguido japonés, el Dr. Suzuki, quien afirma que la ceremonia del té no es rito ni cortesía ni los pasos sucesivos que culminan en el hecho en sí de la ceremonia. Hace notar que en la mesa pueden encontrarse dos personas, con la diferencia de que una podrá tener su taza llena de té y la otra,  su taza llena de Zen.

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