jueves, 7 de julio de 2016


                           A MI MARITA 

Qué frío tremendo en tu cuerpo helado...
Mi dulce Marita, hija de mi alma.
Yo solo grité al Cristo clavado,
La Oración más pura que Él nos enseñara.
Cerrados tus ojos, tus labios sellados...
Ya no había sonrisas en tu faz sin alma.
Tan solo un despojo como el holocausto
por tu vida limpia, tu perseverancia...
En estos momentos voy rememorando
todos tus afanes, tus luchas, tus ansias...
Fuiste incomprendida mas no reprochabas;
te fueron infieles, ¡ay!, los más cercanos...
Te hirieron muy hondo mientras tú callabas.
Tú lo sabías todo y "ellos" ¡te usaron!...
Mas el Dios eterno, el Dios que nos ama,
yo sé que comprende todo tu cansancio,
todo tu dolor que tras tu mirada
tan fresca y alegre,  tan tierna y sin cambios,
ibas escondiendo sin que lo notaran.
No hay dolor más grande ni más desgraciado
que este que yo siento y vierten mis lágrimas.
Mas la fe me anima y cual suave lampo
me impulsa a creer que hoy eres amada.
Escasos tus días de sueño y descanso.
Y muchas tus horas en las ambulancias 
trabajando arduo por llevar a salvo
a seres anónimos pero que tú amabas.
Intubando a veces en trayectos largos,
intubando siempre con paciente calma.
Yo sé que mi Dios te tendrá en sus brazos.
Te preguntará "cuánto tú amabas".
Mi Dios no castiga, sigue perdonando.
¡Y vaya si amaste, hija de mi alma!
¡Vaya si entregaste tu óbolo sagrado!
Fue la Medicina tu pasión más alta.
Por ella sufriste y te criticaron.
Mas hay mil amigos que llaman y llaman 
y me dicen cuánto fue tu amor callado.
¡Oh, hija querida! ¡Tu Lucas te ama!
Te piensa y te admira y él es el regalo
que tú me dejaste y por él velara...
¡Oh, MADRE DE HIERRO!, te sigue nombrando.
Su alma es muy limpia, incontaminada...
Quédate con Dios! ¡Le ofrendaste tanto!
Y en el PADRENUESTRO en ésta, tu Pascua,
sentimos que tu alma se abraza a mi canto, 
este canto triste mas también sagrado.
Bendito sea Dios quien me regalara
tus 50 años de lucha y trabajo,
de fe y constancia, de luz y esperanza!
Alabado sea, el Dios que te trajo
un día a la vida,  ¡tu vida, mi amada!
Y en la VIDA NUEVA descansa en los brazos
de un corro de ángeles que hoy te acompañan.
Tu madre
Marta Torres Jorajuría