En este atardecer claro y sereno,
mirando el monte espeso a la distancia,
te he visto aparecer con tu sonrisa
tan límpida y feliz como tu alma.
Y mis ojos absortos –ayer ciegos-
no podían creer lo que miraban.
Allá en una nube mensajera
tú escribiste mi nombre en lontananza.
La quieta mansedumbre del poniente
mi nombre estremecido destacaba.
Tras un suspiro largo y muy profundo
tu nombre se escapó de mi garganta.
Mas los últimos rayos del ocaso
perfilando difusas pinceladas,
borraron nuestros nombres de la vida
y yo me quedé sola y sin mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario