Tiembla en la noche un vaho de tristeza.
Temerosa y sedienta va ascendiendio
por detrás de los pinos centenario,
una luna de otoño sin destellos.
Ovillando un crepúsculo vencido,
una estela de sueños
y silencio
en la humedad oculta de una lágrima
pugnando por quedad en su misterio.
Más allá, en la inquietud indeleble
una estrella, se
despereza el tiempo.
Un tímido fulgor de
luces pálidas
se estremece, quizás, con otros sueños.
Entristecida el alma tras las sombras
en el vértice exacto de un recuerdo,
con inventados sueños ya no sueña
y se deja acunar por su secreto.
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